Joseph Haydn: Las siete últimas palabras

Las siete últimas palabras de Nuestro Señor Jesucristo en la cruz, tal el título completo de este trabajo de Franz Joseph Haydn, se estrenó en la Capilla de la Santa Cueva, en la ciudad de Cádiz, en el año 1786.
El propio Haydn declaró que a su criterio se trataba de la mejor composición que jamás hubiese salido hasta el momento de su mano. Sin embargo, y por curioso que ello parezca, la obra en cuestión no se cuenta en la actualidad entre las más conocidas del compositor.
La presente versión, interpretada por Le Concert des Nations y dirigida por el reconocido Jordi Savall, indiscutido especialista en historicismo musical, adopta no solo la partitura orquestal original de la obra, sin ninguna modificación, sino que además se lleva a cabo en el mismo ámbito en el cual este trabajo fue escuchado por primera vez. La producción audiovisual toma también imágenes de las procesiones de Semana Santa que se llevan a cabo en Cádiz cada año. La obra está integrada por siete partes, a las que Haydn denomina "sonatas", enmarcadas por una introducción y una conclusión de corte rápido. Haydn describe de este modo el estreno de su obra: "Las paredes, ventanas y columnas de la iglesia estaban cubiertas de paño negro. Una gran lámpara que colgaba del centro del techo se rompió, dando lugar a una oscuridad solemne. Al mediodía, las puertas se cerraron y comenzó la ceremonia. Después de un breve servicio, el obispo subió al púlpito, pronunció la primera de las siete últimas frases de Cristo y al terminar su discurso sobre la misma se dejó caer de rodillas ante el altar. El intervalo se llenó de música. Luego el obispo se comportó de igual manera al pronunciar la segunda frase, luego la tercera, y así sucesivamente. La orquesta tocaba tras la conclusión de cada discurso. Mi composición estaba sujeta a estas condiciones, y no fue tarea sencilla idear siete adagios que durasen diez minutos cada uno y se sucedieran sin fatigar a los oyentes."
Como reconocimiento por su trabajo, el sacerdote que había encargado la obra, Don José Sáenz de Santa María, le pagó a Haydn de una manera inusual: le envió un pastel que, según Haydn lo descubriría en breve, estaba relleno con monedas de oro.

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