Mahler's Fifth Symphony

"Con pasos medidos" es la indicación de tempo que Mahler escribió en la partitura al principio del primer movimiento de su Quinta Sinfonía, una marcha fúnebre monumental. El héroe sinfónico es enterrado. Sin embargo, esta vez, el espectador imaginario, o si se quiere, el narrador sinfónico, no se rebela contra el destino trágico pero ineludible que implica la realidad.

Lo enfrenta con renuncia, noble y digno; adoptando un tono impersonal pero sumamente emotivo, llegando hasta la violencia del primer intermezzo, y la dulzura elegíaca del segundo. La fanfarria, que define el carácter del movimiento desde el principio, debe ser vista como un remoto recuerdo del pasado, cuando el niño Mahler escuchaba, a lo lejos, las trompetas de las barracas de Iglau, y veía las marchas militares desde la casa de sus padres. Un desfile militar “con pasos medidos...” Pero Mahler abandona la casa familiar, expulsado porque ya no soporta presenciar las terribles palizas que su padre le propina a su madre. Este trauma fue tan profundo que Mahler se lo mencionó a Freud, con quien tuvo un encuentro memorable, un punto de inflexión en su vida como hombre y como compositor. Ambos pasearon juntos un día en agosto de 1910, fue un largo paseo... con pasos medidos. El viaje psicoanalítico duró cuatro horas. Cuatro horas puede parecer mucho o poco, pero el milagro ocurrió: Sigmund Freud revolucionó la vida de Mahler en todo lo referido a la creación y al amor. Los dos hombres nunca volvieron a verse. Freud dijo que no había conocido a alguien con tanto talento para el psicoanálisis como Mahler. En cuanto a Mahler, reconoció que la profundidad del encuentro con Freud le aportó una nueva visión del mundo. Regresaremos a este evento una y otra vez, un recorrido que se convirtió en una extensa sesión de terapia entre dos genios. Los dos pasearon juntos un día de agosto de 1910, un paseo largo... con pasos medidos.

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